Mientras rezaba para que le pase algo, comprendió que ella no hablaba, discutía. Pero igual se dio cuenta de que el amor puede surgir de una sola metáfora, sobre todo de esas que son más reales que personas que caminan por la calle.No le gustaban las histeriquiadas porque decía que eran una promesa de sexo sin garantías y sabía de antemano que los príncipes azules desteñían en el primer lavado.Pero hoy no pasaría eso, porque hoy, mientras remaba el dulce de leche con dos sahumerios descubrió que la fidelidad es cuestión de suerte y que el amor a primera vista depende de lo que se mire.Juntó coraje y le dijo: “Mi amor, por vos mataría una ballena a chancletazos”.