Matemateando el otro día con mi hermano, mientras él
matemasticaba algo, hablamos sobre la total falta de sobrietud de las mayas y
de lo que se siente ser el orgullo de otros, más no de uno mismo.
De si la
gente se ponía a pensar en cuántas horas libre de su vida le compra una hora
trabajada, de los revolucionarios de bolsillo.
Con el sándwich de queso mal barajado atragantado, le dije
que era muy fácil la ecuación, el turista vuelve con kilos demás, el viajero
con varios menos. Y él respondió contando de la vez que por un asado dio hasta
el calzoncillo.
En fin, coincidimos en que no hay nada mejor que ser
consecuente con lo que te guste y haga feliz, nunca desistas de un sueño, sigue
las señales.